La primera vez que me hablaron sobre desgaste celular no presté mucha atención, pensaba que eso le sucedía solamente a la gente de edad muy avanzada.
Posteriormente, alguien volvió a tocar el tema haciendo referencia a enfermedades originadas por esta destrucción celular como el Alzheimer, las cataratas e incluso, el mismo cáncer.
Fue entonces cuando preocupado, comencé a prestar más atención al tema y descubrí que los radicales libres se producen en la respiración, con la presencia de oxígeno. Era increíble imaginar que con la vital necesidad de respirar también se producen estas moléculas reactivas, que provocan durante nuestra vida efectos negativos para la salud debido a su capacidad para alterar nuestros genes, proteínas y grasas.
Así, con el transcurso de los años, los radicales libres llegan a provocar una alteración genética sobre las células que se dividen continuamente, contribuyendo a aumentar el riesgo de cáncer por mutaciones genéticas y en otros casos, disminuyen la funcionalidad de las células que no se dividen tanto, provocando un envejecimiento acelerado.
Posteriormente, comencé a investigar más a fondo, por mi propia cuenta, sobre el tema y terminé ahogado en un sinfín de textos científicos que hablan sobre átomos, enlaces y reacciones bioquímicas, que ni en mis más brillantes días de estudiante pude comprender en su totalidad.
Sin duda, los radicales libres resultaron un tema tan basto como complejo, pero su comprensión resultó a la vez obligatoria, pues aún recuerdo los días en los que a pesar de ingerir creatina y precursores de óxido nítrico antes de mi entrenamiento y proteína con glutamina después del mismo, terminaba extenuado y sin mejoras físicas aparentes, todo debido a los radicales libres. Así, descubrí que a pesar de que seguía mi dieta al pie de la letra, entrenaba duro y me suplementaba, los radicales libres no me permitían mejorar mi cuerpo.
Analizando entonces con mi entrenador las posibles causas que promovían la proliferación de los radicales libres en mi organismo, no detectamos fallas en el plan alimenticio ni en mi rutina y tampoco en mi suplementación deportiva. Entonces fuimos más allá de lo deportivo para finalmente encontrar las respuestas.
Resulta que en mi trabajo prolifera el estrés y en cada discusión con mi jefe, con mis clientes o con los compañeros doy origen a la creación de más radicales libres.
Otro factor es el sentimiento continuo de inseguridad que vivo cada vez que salgo a la calle, por miedo a un robo o algún accidente.
Las discusiones con mi novia también las contabilizamos porque de igual manera los generan. En fin, ira, frustración, tristeza, depresión, melancolía, celos, ansia, rayos ultravioleta, humo del cigarro y sobre todo la contaminación que prevalece en ésta gran ciudad, resultaron ser los factores ideales para que los radicales libres se hayan apoderado de mi cuerpo.
Si a todo ello le sumábamos el estrés físico producido por el intenso entrenamiento, concluimos por preguntarnos ¿cómo es que a la fecha no he padecido una enfermedad mayor?
Continué buscando información y descubrí que no todo es tan malo y que no estoy al borde de la muerte, pues a pesar de que los radicales libres me hacen mucho daño, éstos juegan un papel muy importante en ciertos procesos vitales para mi organismo.
Encontré que son naturalmente producidos por el sistema inmunológico y se encargan de detectar y atacar al tejido que requiere ser removido del organismo para proteger la integridad. Los agentes agresores o el tejido dañado son marcados con radicales libres, gracias al sistema inmunológico, para facilitar y agilizar su eliminación.
Finalmente, corroboré que todo en exceso es malo, pues los radicales libres son necesarios; pero en exceso, perjudiciales. Concluí que no debo eliminarlos pues afectaría en parte a mi sistema inmunológico, lo que debo hacer es controlarlos, restringirlos y neutralizar los excesos.
Volví con mi entrenador y después de analizar fuentes ricas en vitamina E, C y otros antioxidantes, determinó que podría incluir en mi dieta diaria cerca de 15 ingredientes naturales considerándolos y vigilándolos por peso o bien, utilizar un suplemento que contenga las cantidades exactas de cada uno de éstos antioxidantes.
Actualmente, continúo investigando sobre el efecto de los radicales libres en mi cuerpo, sigo mi dieta y me mantengo entrenando como de costumbre. También sigo usando antioxidante y al fin noto cambios en mi cuerpo, me siento mejor.
Durante el ejercicio, el consumo de oxígeno puede llegar a incrementarse hasta alcanzar un factor exponencial de 10. Esto conlleva un incremento considerable en la producción de oxidantes que promueven la fatiga muscular durante y después del ejercicio.
La inflamación que todos sentimos (no aquella provocada por la vasodilatación) después de una sesión intensa de ejercicio, está asociada con el estrés oxidativo, especialmente dentro de las primeras 24 horas después de dicha actividad.